NÚMERO
44



JULIO
DICIEMBRE
2019

EDITORIAL
CARLOS GUEVARA MEZA • DIRECTOR DE DISCURSO VISUAL

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El arte y la ciudad

Larga es la lista de autores que ha reflexionado sobre la ciudad (entre los que habría que contar, como mínimo, a Henry Lefebvre, David Harvey, Richard Sennett, Saskia Sassen, Manuel Castells, Edward Soja, Frederic Jameson y en nuestra América a José Luis Romero, Ángel Rama y Bolívar Echeverría), coincidiendo todos en que la urbe actual no sólo ha sido construida por el capitalismo, sino que está sujeta a su lógica de valorización y es funcional a los procesos de acumulación y gestión del excedente, y se concibe como un espacio vacío y neutral que ha de ser “llenado” (o vuelto a vaciar) de acuerdo con las necesidades de la apropiación de Capital (incluso por despojo), con poca o ninguna preocupación por los problemas de la ciudad misma y sus habitantes. Como dice Sennett: “La ciudad no es dueña de sí misma”.

Así, los conflictos se multiplican y las dificultades parecen irresolubles (una movilidad estrangulada por el exceso del mismo dispositivo diseñado para facilitarla: el automóvil, más paradójico aún en un espacio que se sueña puro fluir sin obstáculos de mercancías, capitales, información y publicidad, productores y consumidores en disposición de cumplir su deber sin interrupción; luchas por el agua, por el drenaje, el manejo de desperdicios masivos, por los árboles y las plantas, por los espacios de recreación, por el aire —en las grandes urbes contaminadas aquí y en China, literalmente—; desarrollos inmobiliarios que desplazan miles de personas hacia la periferia incapaces de solventar el incremento de la renta y los impuestos, a la vez que derrumban edificios e incluso barrios históricos completos, a veces sin más propósito que incrementar el precio de las acciones de la constructora en alguna bolsa de valores). No faltará quien describa la experiencia de la vida urbana como una catástrofe a punto de suceder, sino es que como un apocalipsis ya en proceso. Y no faltará quien esté de acuerdo.

Pero en esas mismas luchas se van tejiendo alternativas que nos permiten no sólo prefigurar futuros distintos y, sobre todo, posibles; construir comunidad, articular demandas y esfuerzos, romper aislamientos y también, por supuesto, experimentar otras formas de vivir, sentir y pensar la ciudad (y los propios cuerpos de sus habitantes) a despecho de la sensibilidad pasiva y narcotizada, tan ajena a las distracciones que no sean las promovidas por y para el consumo de mercancías, tan temerosa del roce y el encuentro y, quizá por lo mismo, tan dada a la violencia. Una sensibilidad en debate por una producción artística en lucha por resignificar y apropiarse de espacios públicos sustraídos a la mercantilización o al menos en conflicto con ella.

Con este número, el Cenidiap abre una serie de eventos con el tema urbano y sus múltiples aristas, producto de mucha reflexión y trabajo en seminarios, grupos de investigación, comités e incluso militancias, que incluyen tres conversatorios sobre movimientos urbanos (28 de agosto), movilidad sustentable (11 de septiembre) y violencia de género en la ciudad (25 de septiembre), además de nuestro VIII Encuentro de Investigación y Documentación de Artes Visuales con el tema general “Ciudad estética” (del 16 al 18 de octubre). Y es que en un mundo donde ya, por primera vez en la historia, la mayoría de la humanidad vive en ciudades, esta reflexión no sólo es necesaria, sino urgente.